Una recuperación en la que no se puede dejar de lado la tentación
El mayor problema al que se enfrentan los compradores compulsivos es que para su recuperación, no pueden dejar totalmente de lado la tentación. No ocurre como con un drogadicto, un alcohólico o un adicto al juego a los que se recomienda desterrar de sus vidas el motivo de todas sus desgracias.
Según explica el presidente de Amalajer, Francisco Abad, el comprador compulsivo, como cualquier adicto, seguirá siendo un enfermo durante toda su vida, y puede recaer en la pesadilla en cualquier momento. Sin embargo, para vivir tiene que seguir comprando y exponerse constantemente a las tentaciones. «No se puede aislar a estas personas en un mundo que no es real y deben aprender a controlar sus impulsos poniéndose a prueba a diario», indica Abad.
Así, después de pasar por un proceso de rehabilitación en el que se le quitan las tarjetas y el dinero para que aprenda a vivir sin gastar, debe llevar a cabo el proceso inverso para empezar a realizar pequeñas compras en el supermercado o de productos básicos. «Desgraciadamente para estas personas, necesitamos comprar para vivir; el problema es que ellos no conocen el límite entre lo que es indispensable y lo que demuestra ser un descontrol de los impulsos», añade.
Problemas de fondo
De cualquier forma, Abad indica que el tratamiento psicológico y las terapias que se realizan en la rehabilitación ayudan a destapar los problemas de fondo que han llevado a la persona a comprar compulsivamente. Tratando esos conflictos y canalizándolos gracias a la intervención de los expertos, el comprador compulsivo debe ser capaz al final del tratamiento de volver a una vida más o menos normal. «Aunque tanto él como su familia deben estar siempre en alerta», asegura.
Lola García, presidenta de Facua en Málaga, señala que a nivel general sería necesario promover hábitos de consumo responsable, así como un exhaustivo control de las actividades de publicidad y márketing porque para un comprador compulsivo en rehabilitación, un mundo lleno de reclamos para gastar puede convertirse en un entorno muy hostil.