Cuando introdujo una moneda por primera vez en la ranura de una máquina tragaperras apenas era un adolescente. Tenía 16 años y el pequeño premio que obtuvo le animó a seguir probando suerte. Hoy, Jesús tiene 42 años y lucha por vencer una adicción que ha arrastrado toda su vida hasta hace sólo varios meses, cuando su economía se vio afectada por la crisis económica y no tuvo más salida que pedir ayuda para salvar su presupuesto familiar.
«Las personas que tienen menos dinero adquieren conciencia de su problema más pronto». Francisco Abad, presidente de la Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Amalajer), explica así el fuerte aumento de peticiones de tratamiento experimentado en el último año, cuando el número de pacientes llegados a esta organización se ha incrementado un 50%. «Antes era relativamente fácil que el banco te diera un crédito para seguir jugando, pero hoy se ha cerrado el grifo y por eso muchas personas se dan cuenta de su adicción», relata Abad.