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fuente: diariosur.es

La desaparición de eventos con los que financiarse, el cierre de sedes, la escasez de ayudas y la dificultad para ofrecer servicios arrinconan al tercer sector cuando la ayuda es más necesaria que nunca

Las malas noticias llegaron en cadena y sin apenas tiempo para digerirlas: la entrada en vigor del estado de alarma, el pasado 14 de marzo, por la crisis sanitaria derivada del Covid-19, cerró a cal y canto las sedes, mandó a trabajadores y voluntarios a casa, arrancó de cuajo la agenda de eventos solidarios con los que financiarse y condenó a miles de usuarios –la mayoría, vulnerables– a deshacerse de unas rutinas que en el mejor de los casos eran el pilar de su recuperación y, en el peor, el dique contra el avance de sus enfermedades.

Que la pandemia del coronavirus le ha dado la vuelta a todos y cada uno de los contornos de la antigua normalidad es un hecho que ya nadie discute, pero existen sectores –más allá del sanitario y el económico– que se han enfrentado al abismo de esta crisis con la responsabilidad abrumadora de tener que seguir en la brecha pero hacerlo, en paralelo, con una incertidumbre inédita: son las asociaciones, que dan soporte al llamado 'tercer sector' y que constituyen una red de apoyo imprescindible a la administración pública y a la sociedad civil en multitud de capítulos. Acción social, juveniles y mayores, medio ambiente, migraciones, mujeres e igualdad, peñas, religiosas, diversidad sexual, deportivas, culturales, de consumidores o de solidaridad internacional; son sin embargo las agrupadas en el apartado de 'Salud y accesibilidad' las que afrontan el reto de su propia supervivencia y, a la vez, la de sus miles de usuarios. En sentido literal.

El Registro Municipal de Asociaciones y Entidades (RMAE), actualizado el pasado 16 de diciembre de 2020, incluye a un total de 3.265 colectivos de todo tipo que prestan sus servicios en la capital y en la provincia –fundamentalmente en el primero de los territorios. De ellas, 245 pertenecen a ese grupo sensible de la salud y la accesibilidad.

El escenario, en este ámbito, esconde una paradoja compleja: la mayoría ha experimentado un aumento considerable en la demanda de ayuda justo en un momento en que las cuentas de las asociaciones se resienten por una preocupante bajada de ingresos. La prohibición total de los eventos solidarios y benéficos que hasta el pasado mes de marzo apuntalaban los presupuestos y permitían cuadrar las cuentas ha dejado un agujero enorme en los ya debilitados 'colchones' de muchas de estas asociaciones.

A este drama se añade el caso de algunas de ellas, como Cudeca o Debra, que obtenían el 50% de sus ingresos gracias a su red de tiendas solidarias pero que ahora están sujetas al vaivén de los cierres, las restricciones y el descenso en el número de voluntarios, muchos de ellos jubilados con ganas de ayudar pero que dieron un paso atrás en el momento que el Covid los convirtió en grupos de riesgo.

Pero esas circunstancias extraordinarias no han venido solas: en paralelo, muchas de las asociaciones han visto cómo se ha recortado de manera drástica la aportación mensual de sus socios, bien porque la crisis económica les ha obligado a prescindir de ese gasto extra o bien porque los propios usuarios, al dejar de recibir determinados servicios y talleres de manera presencial por las restricciones, han reducido o extinguido unas mensualidades que además, en muchos casos, son voluntarias.

La crisis económica ha provocado que muchos de los socios se hayan dado de baja en el pago de cuotas

Tampoco el salvavidas de las ayudas públicas ha servido para aliviar las cuentas. En este sentido, cabe recordar que la Ley Nacional de Subvenciones (2003) vino a organizar la normativa y la competencia de cada administración, hasta entonces dispersa. Salvo en el caso de los conciertos, que gestionan los gobiernos regionales (en este caso, la Junta de Andalucía) y que estipula una cantidad fija y estable por cada plaza con la que el colectivo asume su servicio a la administración pública –por ejemplo, a través de las residencias–, el resto de las ayudas de carácter nacional, autonómico y local son graciables (discrecionales) o sujetas a la concurrencia competitiva, de ahí que no siempre esté garantizado el acceso y, por tanto, la estabilidad presupuestaria. Y eso sin contar con los retrasos en los pagos, una realidad de la que se quejan (casi) todas las asociaciones consultadas.

Con ese parón casi en seco en el ritmo de los ingresos, los gastos se han mantenido e incluso han aumentado. De hecho, con el fin del confinamiento severo y la desescalada progresiva, los colectivos tuvieron que asumir desembolsos extras para acondicionar sus sedes a las nuevas condiciones sanitarias. Equipos de protección específicos, mamparas o creación de espacios diferenciados para garantizar distancias y evitar contagios son ya parte de esta nueva normalidad que hay que pagar.

En esa cuadratura imposible del círculo, la única salida para muchos de ellos ha sido la del recorte de gastos y, con ellos, el de las plantillas. Sueldos congelados o reducidos, modificaciones en la duración de las jornadas laborales –de completa a media– o ERTES- de los profesionales que durante años han prestado servicio en las asociaciones representan la opción más extrema pero necesaria para la supervivencia. La cara más dramática de esta realidad está en el parón en los contratos de especialistas que son imprescindibles para el bienestar de los usuarios: sanitarios, enfermeros, logopedas, fisioterapeutas, monitores de talleres de estimulación o psicólogos han pasado al limbo del ERTE a la espera de que pase lo peor de la crisis.

Pero más allá de lo económico, la principal preocupación de estos colectivos entra de lleno en el terreno de lo humano: a pesar de que la mayoría de las asociaciones han hecho un esfuerzo colosal por reinventarse y volcar su asistencia en lo virtual, la progresiva falta de contacto físico en terapias especializadas –bien por las restricciones o porque han tenido que suspenderse– ha lastrado la recuperación de los usuarios en sus dolencias y ha acelerado procesos degenerativos antes controlados. Por no hablar de la pérdida de rutinas y los devastadores efectos emocionales que eso genera en grupos vulnerables. Y esa factura sí que será difícil de pagar.

RAFAEL OLALLA, CUDECA

«Estamos muy preocupados, casi viviendo al día»

El pasado mes de octubre, la gerente y directora médico de Cudeca ya daba la voz de alarma en una entrevista a SUR: «Esperamos cerrar el año sin prescindir de ningún servicio, pero el año que viene ya no sabemos». [Sigue leyendo]

PALOMA RAMOS, AFA

«Algunos mayores se han olvidado hasta de andar»

El cierre a cal y canto, hasta el pasado mes de junio, de los centros de día y de los servicios presenciales de estimulación y terapias ha tenido en colectivos como el de los enfermos de alzhéimer un efecto devastador. [Sigue leyendo]

RAQUEL CASTRO, AMALAJER

«La adicción al juego ha aumentado en el confinamiento»

La psicóloga Raquel Castro pone luz sobre el complicado equilibrio en el que se mantienen algunas asociaciones como la suya, centrada en la rehabilitación de los jugadores de azar. [Sigue leyendo]

ANDRÉS OLIVARES, FUND. OLIVARES

«El impacto emocional en niños ingresados está siendo enorme»

El confinamiento cerró las puertas de los hospitales a fundaciones como la suya, la única con servicio clínico y profesional en el Materno y dedicada a llevar algo de alivio a niños hospitalizados. [Sigue leyendo]

ALFONSO RUBIO, ASPROMANIS

«No nos va a matar el Covid; pero esta situación, sí»

La asociación Aspromanis, que desde 1964 atiende a personas con discapacidad intelectual, comparte realidad con la mayoría de los colectivos del tercer sector que trabajan con los más vulnerables. [Sigue leyendo]

JOSÉ REYES, AUTISMO MÁLAGA

«Nos mantenemos a flote gracias a los préstamos»

José Reyes, presidente de un colectivo que atiende a 245 familias malagueñas cuyos hijos tienen trastornos vinculados al espectro autista (TEA), no ha dejado de echar cuentas desde que comenzó la pandemia. [Sigue leyendo]

JUAN CARMONA, AVOI

«Nos reinventamos, pero no sé cómo vamos a acabar»

La Asociación de Voluntarios de Oncología Infantil es, desde el año 1993, el pilar que sostiene a los menores ingresados desde un ámbito (casi) tan importante como el médico: el lúdico. [Sigue leyendo]

PEDRO GONZÁLEZ, AECC

«No es sólo la falta de medios; es también el desánimo»

Acaban de conmemorar el Día Mundial contra el Cáncer pero hay poco que celebrar. Casi todos los recursos están en la balanza del Covid mientras que enfermedades como el cáncer tampoco pueden esperar. [Sigue leyendo]

SERGIO FERNÁNDEZ, CEPER

«Queremos recuperar derechos, no caridad»

Lidera un colectivo que nació en 1981 gracias a una veintena de padres cuyos hijos tenían una discapacidad intelectual, y hoy su red da sostén a 250 usuarios, dos centros y 78 empleados. [Sigue leyendo]

PILAR PONFERRADA, CÉSARE SCARIOLO

«Hay familias que ya no pueden pagar ni los tratamientos»

En la Fundación Cesare Scariolo no sólo tienen que lidiar con la caída en picado de los ingresos. «Ahora también tenemos que ayudar a familias que han perdido su trabajo». [Sigue leyendo]

EVANINA MORCILLO, DEBRA

«Somos únicos en España, ¿dejamos tiradas a las familias?»

Evanina Morcillo hace un esfuerzo por tratar de transmitir el peso de la «responsabilidad» que supone «ser la única asociación en España que da soporte a las familias afectadas por esta enfermedad rara». [Sigue leyendo]

BALTASAR DEL MORAL, AMPEM-NA

«Los gastos de la asociación salen de mi pensión»

Habla con SUR mientras se dirige a pagar el recibo de la luz de la asociación que asiste a los enfermos de esclerosis múltiple de la capital. 80 euros. «Es el último aviso, si no, nos la cortan». [Sigue leyendo]

MERCEDES BALLESTEROS, FIBROSIS QUÍSTICA

«Siempre hemos estado aislados, ahora nos entienden»

Sabe lo que es vivir confinada. Y no desde marzo. La fibrosis quística de su hija ha mantenido a su familia y a otras 130 como la suya «permanentemente aislados y excluidos». [Sigue leyendo]

ANGIE MORENO, HARENA

«La necesidad de compañía ha llegado en avalancha»

Que la pandemia se ha cebado con los ancianos está en las estadísticas y sus historias, pero con ella también se ha puesto la mesa la otra epidemia que los machaca desde hace años: la de la soledad. [Sigue leyendo]

JUAN FCO. MELGAR, PARKINSON MÁLAGA

«Las cuotas de los socios han caído a mínimos»

Juan Francisco Melgar admite que el efecto de la pandemia en las cuentas de esta asociación que atiende a unas 120 personas ha sido «devastador». [Sigue leyendo]

JUAN SERRANO, PROYECTO HOMBRE

«Llevo aquí 35 años; cuando se cierra una puerta, se abre otra»

«El año ha sido bastante regular, ha habido una bajada importante en las donaciones, en las aportaciones de las familias y en los donativos de empresas. [Sigue leyendo]

VICENTE MOROS, RONALD MCDONALD

«Nuestra casa estaba llena de vida y ahora da pena verla»

Por mucho que la enfermedad se empeñara en atravesar sus muros, la casa que la Fundación Ronald McDonald tiene frente al Materno era, hasta marzo, un hogar «lleno de vida». [Sigue leyendo]

RICARDO FDEZ-PALACIOS, DOWN MÁLAGA

«Nuestros usuarios han perdido rutinas y habilidades»

«Estamos gravemente afectados». En ese diagnóstico demoledor, el presidente de la Asociación Síndrome Down, Ricardo Fernández-Palacios, no sólo incluye el capítulo económico. [Sigue leyendo]

YOLANDA VERDUGO, ALHELÍ

«La muerte no vende, por eso no hay ayuda al duelo»

Si ha habido algo especialmente dramático en esta pandemia ha sido el trance de la muerte de un familiar sin acompañamiento, sin velatorio y sin duelo. [Sigue leyendo]

JUAN SÁNCHEZ PORRAS, TELÉFONO DE LA ESPERANZA

«Entramos en números rojos, pero aquí seguiremos»

Al igual que muchos de sus colegas, Juan Sánchez Porras, presidente del Teléfono de la Esperanza, pasa antes por lo humano que por lo económico. [Sigue leyendo]