Tii tarí, tarí, tarí-tará… ti tarí tarí… Conviene estar prevenido ante estos soniquetes, que lo mismo incluso generan derechos de autor. La principal función de la «música» de las máquinas tragaperras no es dar de comer al compositor, sin embargo, sino engañar a tu cerebro. Un estudio de la Universidad de Waterloo (donde seguramente estaban hartos de analizar la guerra) parece demostrar que el sonido tiene la función de nublar el buen juicio del jugador, conseguir que siga introduciendo monedas y que sobrevalore sus victorias.
Una de los puntos clave del estudio, realizado por Mike Dixon y sus colegas de la Universidad de Waterloo (Canadá) con 96 voluntarios, consistía en preguntarles después de jugar qué máquina de todas las probadas había sido su favorita. Los muy pardillos recordaban con más cariño los aparatos más ruidosos, independientemente de sus ganancias. Resulta que el cerebro humano es fácilmente influenciable por factores tan pintorescos como un jingle de escaso valor musical y recuerda mejor los estímulos auditivos que la verdadera cuenta de gastos e ingresos. Es más, cuanto más alto está el volumen, más victorias recuerda el cerebro.
Según cuentan en el Science Daily, las máquinas tragaperras tienen música desde 1900 y en la actualidad algunas incluyen más de 400 efectos de sonido. Cuando el jugador pierde, se callan como meretrices. Cuando gana, aunque sean diez céntimos después de apostar un euro, la máquina lo celebra por todo lo alto. Dixon y sus ayudantes comprobaron que el cerebro humano no es inmune a estas manifestaciones musicales de júbilo.
La conclusión final del estudio es que «aunque los sonidos puede contribuir al placer que proporciona el juego, el sonido también conduce a sobrevalorar las ganancias. Ambos efectos de la música combinados pueden causar problemas de ludopatía, engaños sobre las posibilidades reales de ganar y aumentar la “persistencia” que algunos jugadores experimentan ante las máquinas tragaperras».