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"No es invertir, sino un juego. Perdí casi 85.000 euros"

Un adicto relata su adicción a las inversiones en bolsa y en criptomonedas, que le hicieron perder un montante superior a los 80.000 euros antes de comenzar su rehabilitación hace más de tres años en la asociación Azajer «Cobraba la nómina y me ponía en números rojos en dos días», explica.

«Me llamó un bróker y me convenció. A veces ganaba y a veces perdía. La verdad es que manejaba bastantes inversiones a la vez, llegué a operar 10 o 15 en un mismo día. Era una locura porque me despertaba a las tres de la madrugada para ver la apertura de la bolsa china», relata el zaragozano en una conversación en la sede de la Asociación Aragonesa de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Azajer). 

Pedro ya no juega ni a la Lotería de Navidad «No quiero hacerlo, lo tengo autoprohibido porque no quiero saber nada de eso», asegura este zaragozano que llegó a ponerse en números rojos dos días después de cobrar la nómina para seguir jugando. Jugar y sentir el «vértigo, la adrenalina», eran gasolina para sus días. Jugar y Jugar. La cuestión es que no jugaba como se entiende que lo hace un adicto. Pedro invertía en bolsa y criptomonedas y perdió un montante por valor de casi 85.000 euros que aún hoy, rehabilitado tras la adicción que le cercenó durante siete años la vida cotidiana, continúa pagando.

Fue en 2015 cuando este programador informático que utiliza un nombre ficticio acudió junto a un compañero de trabajo a una charla de un bróker alemán sobre apalancamientos, una estrategia de inversión que permite adoptar una posición por un valor muy superior al dinero depositado para abrir la operación. «Nos aseguraban que podíamos multiplicar una inversión de 100 euros hasta los 10.000 y que lo máximo que podíamos perder era lo que habíamos metido en un principio», cuenta el zaragozano. Aquella fue la primera vez que elevó la apuesta a mil euros. Los perdió y cometió el error de conceder una segunda oportunidad. 

Dos años más tarde dio el salto a las criptomonedas. Empezó invirtiendo en XRP, la moneda digital que se ejecuta en la red de pagos Ripple, y lo fue combinando con apuestas en bolsa, en valor oro y similares. «Aunque ganaba dinero, necesitaba cada vez más invertir por esa sensación placentera. Y con las criptomonedas fue a más», cuenta el hombre. 

Poco a poco germinaba en su interior la certeza de que eso que había entendido como una inversión se estaba convirtiendo en una adicción. «En mis momentos más álgidos, cobraba la nómina y en dos días me ponía en números rojos porque echaba cálculos y podía recuperarlo. Era el riesgo y el vértigo lo que me movía. Incluso estando con mis amigos estaba todo el rato mirando el móvil y haciendo operaciones», relata. 

La pandemia

Llegó la pandemia y todo se trastocó. «Estábamos confinados y estaba todo el día metido en la cuenta de inversiones. La batería del móvil, que es o que más utilizaba, se me terminaba a las 12 de la mañana», explica el programador. Fue entonces cuando empezó a perder más dinero al tiempo que su padre falleció durante la pandemia. Los hermanos vendieron la casa, lo que le ayudó a pagar parte de la deuda que había contraído. Pero el montante seguía creciendo, por lo que pidió créditos para sufragar esos impagos que había contraído. Primero fue un préstamo de 6.000 euros.Después uno de 12.000. Y un tercero de 20.000.

Un día de verano, Pedro decidió que hasta allí había llegado.  Juntó a sus hermanos y les contó la situación. Ingresó en Azajer y empezó a ir a terapia. Le pusieron topes a sus gastos diarios durante meses (al principio, cinco euros al día y 24 los fines de semana) y la rehabilitación se alargó durante dos años hasta que en 2022 terminó el tratamiento. «Hay que saber pedir ayuda. De esto no podría haber salido solo», cree Pedro, que dice ahora haber recuperado la noción de lo que vale el dinero. 

Lo cierto es que el caso de este programador no era uno al uso. Él estaba informado, al tanto de cuanto acontecía en el mundo de las finanzas. «Yo fui uno de los que invirtió en el Banco Popular un día antes de que lo comprara el Santander», recuerda, subrayando el hecho de estar enterado de los asuntos no exime, ni mucho menos, de la posibilidad de caer en una adicción. Ahora, Pedro está rehabilitado y sigue acudiendo con frecuencia a un psicólogo especialista para minimizar el riesgo de recaída. «Hay que estar siempre alerta. Es lo que me toca», concluye el zaragozano.