Hablamos con un joven que ha dejado atrás su ludopatía y ahora es voluntario en una asociación: "Salía del salón de juegos, me sentaba en un escalón y me quedaba allí horas, sin hacer nada, porque no sabías qué había pasado"
Daniel (nombre ficticio) lo llegó a ver todo oscuro cuando se suponía que estaba en la mejor etapa de su vida. Con apenas la veintena era víctima de algo que nadie le explicó que le podía suceder. El juego lo era todo. Poker online, ruleta o apuestas deportivas copaban sus días. Trabajaba, exclusivamente, para gastarlo en eso. Por suerte ha rehecho su vida y mira al futuro con optimismo y, además, de forma generosa porque ayuda a otros jóvenes a tratar de salir de ese mundo en una asociación de jugadores en rehabilitación. Las administraciones están enfrascadas en los tribunales o en los despachos para tratar de definir cómo poner coto al aumento de los estímulos al juego en nuestra sociedad, al "¡apuesta, apuesta, apuesta!" o a la proliferación de casas de apuestas en plena ciudad. De hecho, Sevilla acaba de paralizar su limitación a ese tipo de establecimientos ante las amenazas de la Junta. Daniel, que sabe bien de lo que habla, ofrece un duro testimonio y avisa: "Tenemos ahora mismo una bomba en las manos y nosotros decidimos si la queremos pagar o la queremos explotar. Por lo que veo, lo único que se quiere es explotar. Y, cuando explote, nadie se hará responsable".